Iván López Casanova - Pensador y cirujano de profesión. |
Cuánta importancia
encierra la comprensión del ser humano como alguien que no está nunca
acabado, sino que necesita estar haciéndose. De modo sencillo y con
ejemplos: que no tengo novia, sino que tengo que estar teniendo novia cada día; o, mejor aún, que no estoy casado porque tengo que estar casándome cada día, en cada momento, ya que solo así se hará realidad el estoy casado. Quien no lo entiende así cosifica al hombre, y lo comprende con categorías pobres, impropias de su ser persona.
Esta fecunda consideración nace directamente de la filosofía de Julián Marías
. Este pensador español, fallecido en 2005, afirmaba que "si digo
simplemente yo vivo, esto no refleja adecuadamente la realidad de la
vida humana". Y subrayaba la maravilla de que en castellano se
diferenciaran los verbos ser y estar, pues le permitían comprender la
existencia como yo estoy viviendo. Porque la vida es un proyecto dinámico: "La vida es una operación que se hace hacia delante".
Al entender así la existencia, Marías
abordó la felicidad humana en un libro con ese mismo título. En
él, desarrolló las ideas de persona y proyecto esbozadas arriba, y
explicaba que la felicidad depende, sobre todo, de las relaciones
interpersonales. Y, de nuevo, aparece el dinamismo del estar siendo,
por ejemplo, al hablar del cariño de los padres a los hijos: "Los
padres con frecuencia son abnegados, les preocupan las anginas de sus
hijos, o sus malas notas, pero tal vez no se preguntan quiénes son [los
hijos]; los padres tienen la tendencia a fijar a los hijos, a darlos por sabidos".
Pero el papel principal recae en el enamoramiento. Marías
insiste en el aspecto de elección libre, pero también en algunas
características como su indefinición, su infinitud o su aparición
casual, para luego sostener que "la entrega libre y necesaria al
enamoramiento auténtico es la forma suprema de aceptación del destino, y
eso es precisamente lo que llamamos vocación". Y, con belleza
literaria, concluía: "Se podría decir que elegimos el azar. A las
personas con las cuales llegamos a tener una auténtica relación las
hemos encontrado por casualidad (...), pero hay un elemento de elección
que surge después del encuentro. Esa persona llega a ser única, no
intercambiable, insustituible; y entonces es la mayor fuente de
felicidad".
Al exponer de este modo la felicidad
humana surge, como contrapunto, la dureza del desamor en todas sus
modalidades, pero, sobre todo, la crueldad del abandono en la relación
de pareja. En coherencia con su pensamiento, Marías
afirmaba: "Podríamos llamar a esta forma de relación lo doloroso
irrenunciable (...). Ha puesto su vida a una carta y ha perdido; pero le
queda el haberse atrevido a intentar ser fiel a su vocación, es decir, a
su realidad".
Julián Marías
experimentó la traición de su mejor amigo al terminar la Guerra Civil
española. Esa acusación le llevó a la cárcel y a un juicio que pudo
tener consecuencias gravísimas. Al final salió absuelto. Jamás reveló su
nombre ni lo dejó consignado en sus memorias. Escribiría: "Hay una
tendencia a borrar o dar de baja a la persona que nos ha defraudado, y
en el fondo esto es un error. La persona que nos defrauda, que nos causa
decepción, no ha terminado, no está conclusa mientras está viva".
Decía Feuerbach
que el hombre eliminaba sus sufrimientos y se construía un cielo. Pero Marías
afirmaba que el ser humano reclama una vida perdurable porque no
comprendía que desaparecieran las personas amadas. Y se extrañaba de que
actualmente grandes multitudes declaren, sin angustia alguna, que la
vida termina con la muerte sin más: ¿no será por su escasez de amor?, se
preguntaba.
"No tengo para todo una respuesta, / pero
mira qué hermosa / pese al hombre la vida, y cómo nos reclama. / Ya
llevo mucho escrito tratando de aprenderme su belleza". Así, el poema de
Jesús Montiel
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