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domingo, 29 de mayo de 2016

La humanidad silenciosa y heroica: tú y yo. - Iván López Casanova


Cada artículo de Iván es una profunda reflexión
Las personas corrientes son los verdaderos protagonistas de los avances profundos en la sociedad y, también, de sus retrocesos, porque la historia no está escrita. Pero esas personas que trabajan bien, que construyen hogares y se sacrifican por sus hijos, suelen ser los héroes que portan las antorchas que iluminan su progreso; y los que las vuelven a encender para salir de los tiempos oscuros que, a temporadas -hoy-, intentan dejar sin luz y calor a la sociedad.
De ellas hablaba Miguel de Unamuno en su libro En torno al casticismo, de 1905: "Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que, como las madréporas suboceánicas, echa las bases sobre las que se alzan los islotes de la Historia. Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido, sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la Historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo del mismo mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna".
Pero todo eso nace, no se olvide, del fondo espiritual, místico, de la humanidad sencilla y heroica, a pesar de que lo nieguen -y lo intenten acallar por mil medios- algunos de los que sí salen en los periódicos. Christian Bobin lo expone con su estilo metafórico: "Los místicos me encantan cuando viven de amor y agua pura, no cuando piensan (...). Cuando andamos enamorados, estamos ebrios".
"Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos incluya". Lo escribe Ernesto Sabato , pero al leerlo oímos, acaso, a la voz de la sabiduría.
Por eso, en este tiempo de tanta desmoralización ante la generalización de conductas corruptas me parece necesario alentar, aplaudir, la labor honrada del ser humano corriente: "El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria", nos dice de nuevo Sabato .
¡Cuánta grandeza encierra toda vida por minúscula que parezca a quien todo lo quiere contabilizar como si fuéramos cosas! Porque su valor no dependerá de lo que poseamos materialmente, sino de las tenencias interiores: un amor apasionado por la humanidad -o mejor, por cada uno, por todas las personas, pero una a una-, un compromiso absoluto e insobornable por lo que nos parece justo y un sentido de responsabilidad fuerte que conduce a mirar la tierra como hogar propio.
La gran tentación -en la que se esconde no poca cobardía- es la apatía y el desencanto del ciudadano corriente, que se transforma en cínico, criticón y desmotivado. Por el contrario, amar el mundo que vivimos y responsabilizarse de su mejoría moral es el reto valiente que llena la vida de los justos. Porque los que saben amar buscan y encuentran, sin desalientos, soluciones de justicia.
A ellos se refirió Jorge Luis Borges en su maravilloso poema "Los Justos": "Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire. / El que agradece que en la tierra haya música. / Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. / El ceramista que premedita un color y una forma. / El que acaricia un animal dormido. / El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. / El que prefiere que los otros tengan razón. / Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo".
ivancius@gmail.com


Queridos amigos:
Hoy escribo sobre las personas normales y corrientes: los aplaudo, porque su vida encierra mucha grandeza cuando trabajan y aman en silencio día a día. Los alabo, porque me emocionan sus vidas. Y les aplico el maravilloso poema de Jorge Luis Borges, “Los Justos”:
"Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El que acaricia un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Espero que mi aplauso lo hagáis llegar a todos los rincones del mundo: Y os lo agradezco muchísimo. Un abrazo. Iván

 

domingo, 22 de mayo de 2016

Rescatar el amor del pesimismo - Iván López

"Lo que encuentro insoportable es el pesimismo complacido de algunos intelectuales que se regocijan con el mal. No acepto la coquetería con el pesimismo existencial". Así de rotundo se manifestaba Claudio Magris , premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2004. Y transcribo esta cita porque me parece que es una valiosa tarea cultural superar el pobre y trasnochado nihilismo desencantado. Y, sobre todo, su huella en los jóvenes.
Sobre este problema, manifestaba el filósofo Javier Gomá , en una entrevista periodística, la situación paradójica del niño de hoy que "vive en una época que se está gestando poco a poco sobre bases completamente nuevas", pero que "piensa, mira y siente todavía con los esquemas de la cultura que ha sido dominante durante los últimos tres siglos pero que ahora decae". Entonces, "todo el mundo ha interiorizado y repite las consignas de la liberación cuando esta ha perdido todo impulso emancipatorio".
Como resultado de esta situación, Gomá también describía magistralmente la génesis del desencanto juvenil: "Ha calado tanto la filosofía de la sospecha que el descreimiento ya se ha convertido en imagen natural del mundo. El cinismo es la regla de vida. Un cinismo inteligente y estúpido. Inteligente en el sentido de que convierte a un niño de siete años en una persona difícil de engañar, suspicaz como el que más, pero estúpido porque se priva a sí mismo del ideario de los bienes que hacen esta vida no solo digna de ser vivida, sino digna de ser amada".
Gomá terminaba con una fecunda reflexión: "El problema no es ser libres, sino ser libres juntos. Necesitamos un arte que sirva para presentar de manera seductora y atractiva los límites inherentes a la convivencia. Comprender que determinadas limitaciones son intrínsecas al individuo, no lo aniquilan, sino que le prestan identidad, lo elevan. Como decía Goethe : limitarse es extenderse".
Sobre ese arte nuevo se manifestaba el escritor español Pablo d'Ors en otra entrevista reciente: "Casi todos los escritores son escritores de la oscuridad. Y en cambio yo me siento llamado a ser un escritor luminoso, y eso no significa ser un escritor ignorante de la oscuridad. Pienso que la luz es más difícil de ver que la oscuridad, pero no porque no exista, sino porque exige entrenar más los ojos y entrenar más el corazón".
Si en algún campo resulta urgente afrontar este desafío cultural, tal vez sea en lo relativo a las relaciones interpersonales, al amor: ¿cuántas novelas, películas y programas de telebasura se regodean -sin un átomo de piedad- en mostrar un fracaso y otro, y en exponer con crudeza sus consecuencias?
Me parece importante rescatar el amor de la basura, presentar de nuevo la fuerza de su belleza para paliar el cinismo dominante en tantos programas necios, producidos para esclavizar espectadores y lograr grandes audiencias -por medio del morbo y la curiosidad- en los que no importa nada la verdad sobre el amor: ya está bien de que la imagen del amor la proporcionen los amoríos superficiales de algunos famosillos que airean sus intimidades para lograr dinero y notoriedad -en verdad, los compran y los utilizan como mercancías-.
Porque existe el amor que fusiona lo espiritual y lo corporal, y que es fuente de optimismo vital. Lo expresa bien Pablo d'Ors : "Creo que la verdadera espiritualidad te conduce a la realidad, te mete de lleno en este mundo". Y también el poema de Corina Dávalos : "Salí al lugar de siempre, / por si te encontraba, / y no. / Pasé por el lugar de siempre, / por si habías vuelto, / y hoy no. / Volví al lugar de siempre, / miré (quizás estarías pasando tú también). / Pero no. / Y así cada día: / salgo, paso, vuelvo, miro... / no vaya a ser que justo hoy, / cuando tú sí, / resulte que / yo no". O sea, rescatar el amor del pesimismo y del miedo.
ivancius@gmail.com

 

domingo, 15 de mayo de 2016

La estatura interior.

http://eldia.es/criterios/2016-05-15/3-estatura-interior.htm

George Steiner en un librode 2016, Fragmentos, que condensa su larga vida intelectual, afirma: "Nuestra misma existencia es una lectura constante del mundo; un ejercicio de desciframiento". Y esto apunta a la necesidad de poseer y acrecentar la sabiduría interior, el fondo espiritual.

Para esta tarea, acaso convenga recuperar la voz de María Zambrano, la gran filósofa malagueña, quien intuyó que el conocimiento humano necesita abordar, activamente, la realidad por medio de la razón, pero también ser capaz de recibir pasivamente en el silencio del corazón ese mundo de sabiduría que tiembla indefinido sobre nosotros, y que han sabido recibir los poetas de todos los tiempos: razón activa y sabiduría poética. Estas son las coordenadas de lo que Zambrano refería como "hacia un saber sobre el alma".

Pero en el tiempo en que vivimos, la sabiduría se encuentra amenazada por dos crueles enemigos. Uno, el escepticismo que limita a la razón y deja al ser humano como un inválido incapaz de construir su suelo moral, ciego para conocer la verdad para hacer el bien y evitar el mal -"esa calma aparente llamada escepticismo", escribirá Raquel Lanseros en un verso colosal-; dos, la falta de un corazón que sepa escuchar el saber intemporal que encierra el arte de todos los tiempos, en especial la poesía. Pues bien, ofrezco aquí dos muestras de esta sabiduría poética.

Comprender que la felicidad germina en el olvido de sí y en su asociación con la vida corriente, normal y cotidiana; porque se puede ser feliz si se entiende bien qué significa eso. Lo explica Pablo d'Ors en una entrevista: "Creo que es un error buscar la felicidad (...). Lo que más bien deberíamos buscar es la plenitud, que es distinto y que significa vivir intensamente aquello que te toca vivir".

También, lo refleja de un modo fantástico el poema de Miguel d'Ors en el que se cuenta la celebración del aniversario de su propia boda: "Veintitrés años juntos / Mientras tú trajinas con la freidora / pongo el mantel frente al telediario. / Feliz aniversario. Una gran fuente de patatas fritas / y zumo de tomate. Y en el segundo sorbo ya / viene a mí el furor poético: / La Felicidad consiste / en no ser feliz / y en que no te importe".

Pero hay más. La importancia de vivir lo que tenemos entre manos en el ahora concreto, con serenidad y evitando la inquietud: "Quien no sabe vivir el presente, no sabe vivir la eternidad", sentencia Nathaniel Branden. Y ese texto introduce un poema de Natalia Martínez, poeta sevillana contemporánea, cuya lectura fija esa idea -al más puro querer de nuestra María Zambrano- de un modo maravilloso en el corazón:

"La calle rebosaba de basura, / un hombre barría su portal / con mimo, delicadamente. / No parecía importarle / lo improductivo de su gesto, / la inutilidad de limpiar sólo / ese pequeño trozo de la calle, / cuando afuera había tanta suciedad. / Con su gusto por barrer, / en el presente, ese hombre viejo, / con la bufanda de colores / anudada cuidadosamente, / estaba limpiando el mundo, / haciendo bella y luminosa / la mañana".

Cuánta importancia en lo pequeño, en componer cuidadosamente nuestra ropa para hacernos más amables para los demás, no por utilidad ni vanidad, porque embellecer nuestra vida es la manera de transformar el mundo y amarlo: grandes ideales, pequeños detalles.

Se trata de considerar la talla espiritual propia y la que transmitimos en la educación familiar. Para apuntar a la excelencia y no conformarse con menos. Y para superar la prisa, la banalidad, el miedo a ser distinto y -algo tonto, pero muy influyente- los modelos tan mediocres propuestos en programas televisivos que, por ósmosis, nos influyen mucho: a base de ejemplos repetidos de mediocridad y de enanismo moral nos hacen olvidar que podemos alcanzar una gran estatura interior.

ivancius@gmail.com